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Cuento de Eutiquio Leal

(Primer premio en el concurso del festival de Arte de Cali, 1968)

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SITIO CON INTENCION DE DAR A CONOCER LA VIDA Y OBRA DEL PROFESOR EUTIQUIO LEAL


martes, marzo 21, 2017

Canto de infancia

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De Eutiquio Leal

(Publicado en el Periódico de Chaparral "CORREO DEL TOLIMA" 31 DE DICIEMBRE DE 1978)
Directores: Martha Ramos R. y Gustavo Hernández R. - Jefe de Redacción: Gustavo Hernández R.
Colaboradores: J. Aldo Buenaventura, Leovigildo Bernal, Darío Ortiz Vidales, Alfonso Reyes Echandía, Eutiquio Leal, Luis Rosendo Cárdenas, Carlos Luis del Cairo. - Coordinadora: Chaparral: Mery R. de Ramos


CORREO DEL TOLIMA
Cuando un niño campesino toma su camino hacia la huerta o el cafetal, los árboles y las fuentes de aguas vivas infunden ánimo a su espíritu y refrescan sus pasos.

Cuando éramos niños aún la grama del patio fue nuestra, y nos ayudaba con su rocío madrugador. Entonces el follaje del bosque nos acogía con su arrullo, la piel de la tierra se confundía con nuestras plantas desnudas y, como quien quiere lo suyo, la naturaleza se nos entregaba como a su propio amante.

Jugábamos con ramas silvestres y con flores del campo, con las ondas y las espumas del río, con los pedruscos y las pocetas de la trocha. Cazábamos mariposas, corríamos tras de la Luna llena, nos alumbrábamos con cocuyos y elevábamos cometas contra el furor del viento.

Nuestros recuerdos traen imágenes de gratitud y placer, pero también otras de ingrata memoria. De pesares y sinsabores. Porque había niños que no alcanzaban a la delicia del paseo y la canción. Eran párvulos de labor, de sufrimiento, de angustia. Pequeñuelos desconocidos para los encantos de la patria. Niños sin niñez, huérfanos de amor. A cambio del regocijo a que todos los niños del mundo tienen derecho, los pobres niños pobres debían sudar y fatigarse como adultos. A veces tenían que hacerlo como animales.


Rodeando mulas u ovejas por los rastrojos, a la madrugada grande, muchos niños ensordecieron de tanto gritar, o dejaron sus tiernas uñas en los filos de las piedras o en las astas de los troncos. Desyerbando sementeras con machete o azadón, algunos se volvieron gibosos o se deshidrataron hasta achicharrarse. Otros perdieron la piel de sus manos delicadas contra cachas y cabos de bruscas herramientas. Cargando bultos y tercios pesados e incómodos, muchas espaldas infantiles se ampollaron y sus débiles pechos se sumieron bajo la bruta presión de cinchones y pecheras. La incipiente voz de algunos niños de aldea se hizo ronca y fue apagándose poco a poco, en el trajín diario y nocturno de espantar fieras o ahuyentar pájaros ladrones.

Nos duele recordar aquella infancia en que unos pocos niños se divertían y eran felices como payasos, mientras muchos otros trabajaban y padecían como siervos. Nos duele pero no podemos dejar de recordarlo. Es un ejemplo. Algo que nunca debería repetirse. 

Los niños colombianos, así como los del mundo entero, nacen de la misma manera, deben criarse en la misma forma, necesitan la misma oportunidad para educarse e instruirse y producir todos para todos. Del mismo modo y por las mismas razones que todos hemos de cerrar los ojos un día y volver a la tierra por igual.
EUTIQUIO LEAL

Por eso deseamos que los niños, compatriotas y extraños, encaminen sus juegos y sus cantos, sus pensamientos, su labor y enlacen sus manecitas como una trenza para el bien de todos. Que la satisfacción se reparta por igual.

Que la felicidad no se le prohíba a nadie, por nada. Que el sufrimiento y el dolor sean borrados del mundo de los pequeños. Que a ninguno se le niegue tiquete para la vida, para la paz, para actuar en ronda por la dicha colectiva. Que todos los infantes de Colombia puedan jugar siempre antes de los años de producir. Que ningún niño labore durante sus años de jugar.

Teatro A

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www.casadelteatro.org.co/

Teatro B

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Foto

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Hipólito Rivera, Jorge Eliécer Pardo, EUTIQUIO LEAL, Dario Ortíz Vidales y Carlos Orlando Pardo