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(Primer premio en el concurso del festival de Arte de Cali, 1968)

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martes, septiembre 02, 2008

"Constelaciones" mural de Al Vivero


Texto de EUTIQUIO LEAL

Publicado en Gato encerrado Número 8 - Mayo Junio de 1981 (pagina 47)
REVISTA LATINOAMERICANA DE LITERATURA Y ARTE
Dirección: Eutiquio Leal, Fernando Soto Aparicio, Eduardo Márceles Daconte

En la obra "CONSTELACIONES", que maulla en la oficina de la revista GATO ENCERRADO, el joven maestro AL VIVERO ha plasmado una cierta síntesis que -de alguna manera- viene a totalizar una concepción predominante en la etapa de su parábola artística. Diríase que esta obra globaliza el mundo pictórico del Al Vivero de este vértice 1980-1981.

La obra es una hidra de dos cabezas; oscila entre un par de centros de interés articulados como polos antagónicos pero coadyuvantes, en una evidente unidad de contrarios. De un lado, el centro telúrico que parte de un ojo ciclópeo, junto a un fabuloso templo prehispánico americano, y de donde se desata una gigantesca ola sideral que se va desenvolviendo y elevando, florecida de luceros y estrellas y materia celeste. Todo ello en movimiento en espiral de derecha a izquierda, hacia las "alturas" y en busca del infinito cósmico, al encuentro de constelaciones y galaxias. En este plano reinan los colores claros (blanco y amarillo) porque se trata del centro de la clarividencia, el polo de la luz. Y del otro lado, el centro cósmico que parte de un colosal ojo de gato cuyo otro ojo es el planeta Luna. Allí se genera todo un remolino de espacios inconmensurables, poblado de cometas y astros y planetas y formaciones celestes que se van desatando y profundizando en dirección al "fondo" del universo. Toda esta masa informe de elementos astrales se va desenrrolando en curva de caracol, ahora de izquierda a derecha, hacia las "alturas" y también en busca del infinito sideral, de constelaciones y galaxias, como al encuentro del plano anterior.

Tal como puede verse ya, la estructura de "CONSTELACIONES" se dispone como una organización pictórica que integra lo terreno y lo celestial, la materia terráquea y la materia cósmica, el más acá y el más allá. A base de los elementos obvios de siempre, como formas, colores, espacios, líneas, vacíos, se logra una composición visual que establece un sistema de vasos comunicantes al mismo nivel, y que circula bien de un extremo al otro, bien a la inversa, de modo complementario y bipolarizado. Es decir, el mural está constituido al menos por dos constelaciones (de ahí su título en plural) igualmente válidas estéticamente, significativas desde el punto de vista humano y científico. Podríamos bautizarlas como la Constelación Felina y la Constelación Prehistórica, por ejemplo.

Esta dinámica sideral sigue el rumbo y la plasticidad del Signo del Infinito, que -según los matemáticos- indica lo mismo un valor mayor u otro, según su posición respecto de la magnitud a valorar. Se sabe que este Signo fue conocido y utilizado tanto por el primitivo hombre de Oriente como por el antiguo hombre de Occidente, hecho que hace más ecuménico al mural y que le asigna mayor significado.

Al fondo de toda esta población pictórica y como por debajo de semejantes constelaciones y galaxias, perdidos bajo la piel del cuadro, aparecen como las sombras o los recuerdos de la escritura precolombina; misteriosos pictogramas que guardan la ciencia y la religión y el arte humanos y divinos de nuestros antepasados americanos; signos, que conocemos gracias a los libros pintados que, milagrosamente, consiguieron salvarse del diluvio de fuego prendido por los más neronianos conquistadores. Aquellos símbolos (imágenes, ideas, números), incorporados al contexto cósmico-telúrico, llegan a decirnos que ambos mundos han sido y son contemporáneos, covivientes, y que de ninguna manera han existido o pueden existir como oposiciones insolubles; y que las más profundas rafees de nuestra cultura siempre han estado interrelacionadas con la cosmogonía y la cosmología universales.

En aquel mismo trasfondo de las dos Constelaciones subyacen algo así como dos espíritus protectores: el del gato lunero que engendra a su propia Constelación y el del cóndor andino que avanza rumbó a la otra. Estos dos espíritus, el felino y el rapaz, se proyectan veloces como espectros tutelares del planeta Tierra, acechado por gérmenes fecundantes, que resplandece y gira sorprendido en su intérmino paseo por los espacios siderales.

El imperio de los colores, tales como el blanco, el amarillo, el rojo, el azul intenso, el morado, el negro, fundan un original conjunto cromático de suma vitalidad; un Orbe de alegría promisoria, de júbilo esperanzado, de revelaciones artísticas que incitan al inconsciente y a la lógica, a todo y a todo s, en el sentido enhiesto de la liberación del espectador y de su especie. En tal grado que hasta los colores utilizados, su distribución, su variedad de tonos y su concierto ar-coirisado, de consuno forman parte de la significación honda y última del cuadro. Asimismo, la totalidad unitaria de esta obra depende de la disposición arquitectónica alcanzada por la coherencia de cada uno de los colores empleados, y -claro está- de cada uno de sus otros elementos constitutivos. Es así como la estructura cromática del cuadro responde a los requerimientos artísticos de la estructura conceptual y, mediante esta creación, la forma del contenido resulta ser una cabal expresión del contenido estéticamente formado.

La técnica concebida para este mural tiene en cuenta que la perspectiva clásica, unidimensional, no sirve para aprehender los contornos del espacio cósmico y tampoco se adecúa a la representación de los ámbitos del espacio mitológico de las civilizaciones prehistóricas. Por eso propone una perspectiva diferente, que bien puede partir de, o dirigirse a, diversos puntos del espacio geográfico o sideral, simultáneamente. Tal como algunos de nuestros remotos y arcaicos ant ecesores vieron su mundo y el universo: a veces plano y circular, a veces plano y cuadrado, a veces ovalado, a veces triangular, a veces redondo como la bola de cristal de las pitonizas. Así, los cuatro lados, las cuatro esquinas, los cuatro ángulos del mundo; o los tres vientos, las tres ventanas, los tres horizontes; o la circularidad o la esferidad o la redondez del mundo, postulaban más de un sitio de referencia para entender su polidimensionalidad. Por eso la PERSPECTIVA de esta obra nos permite verla e interpretarla de modo distinto; partiendo de un punto o del otro, convergiendo en uno o en otro límite, o llegando al mismo tiempo a todos sus niveles y planos. El "punto de fuga" puede estar en cualquiera de los ángulos donde se ubique el espectador. He ahí una de las. más valiosas originalidades del artista en esta obra.

En "CONSTELACIONES" este artista imprime, una vez más, la impronta de su genialidad como insólito creador de imágenes plásticas provenientes de su realidad: la realidad de su experiencia vivida o adquirida, quimérica o soñada: la misma realidad de todo ser humano normal y sensitivo. En este aspecto también Al Vivero se desempeña dentro del más genuino y auténtico realismo, que es complejo, dialéctico, multiforme, imaginativo, nuevo y creador por excelencia.
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Alfredo Vivero. Nació en 1951 en Corozal (Sucre), Colombia. Estudió arquitectura en la Universidad la Gran Colombia. Recibió la Orden Civil al Mérito José Acevedo y Gómez (2004), y fue condecorado en 1991 por Colcultura con la orden Mariscal Sucre. Ha realizado portadas para varias revistas y calendarios.
En el año 2004 expuso en Latin American Artist Studio bajo el título Magia, mito y leyenda, en San Diego, California, muestra que anteriormente presentó en Bogotá, Ibagué, Sincelejo y Miami (Contemporary Art Foundation Gallery). Ha realizado las exposiciones: Ficciones (1986), Laberintos del silencio (1983), Resurrección del mito (1982), Canción de la vida total (1981), Sueños (1980). En 1996 fue seleccionado por Adpostal para edición de cuatro estampillas con la serie Mitos y Leyendas de Colombia. Ha realizado los murales: Visa deportiva (Parque Jhon F. Kenedy, Bogotá, 1984); Schin-Ghui-Tai (Universidad Nacional de Colombia, Bogotá, 1982); El hombre nuevo (Catedral de Corozal, 1981); El testigo (Círculo de Periodistas, Bogotá, 1981).

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