PROYECTO "NO COMERCIAL" DE EDGAR MORA CUELLAR, HOMENAJE A UN AMIGO


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Cuento de Eutiquio Leal

(Primer premio en el concurso del festival de Arte de Cali, 1968)

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SITIO CON INTENCION DE DAR A CONOCER LA VIDA Y OBRA DEL PROFESOR EUTIQUIO LEAL


sábado, julio 29, 2006

UNA UTOPIA CULTURAL

Ponencia presentada
ante el Primer
Foro Nacional de Filosofía,
el día 3 de diciembre de 1989,
en la ciudad de Ibagué (Tolima)

Por: Eutiquio Leal

Para una conceptualización (mejor que para una definición) de lo que solemos entender por cultura en general, sería conveniente tomar en consideración varios elementos, ciertos princi­pios:

I

Nos permitimos sugerir algunos de ellos: por razones obvias, muy esquemáticamente:

- La existencia del hombre, como individuo y como ser social.

- La sociedad humana, razón de ser del hombre, como el medio y la manera de vivir, de actuar, de soñar, de nacer y morir el individuo y su comunidad, sea ésta familiar, nacional, continental o mundial.

- El trabajo, como la actividad que, al mismo tiempo con el lenguaje articulado y el pensamiento, formó al hombre dicho tal, y sin el cual no tendríamos lo que estamos llamando cultura. Lógicamente que sin trabajo no habría ni hecho cultural ni valor cultural, ni cultura, puesto que el es el autor, el productor primo y único, el elemento esencial que dinamiza la cultura, su desarrollo histórico universal.

De consiguiente, habría de tenerse al día otros elementos, factores y fenómenos debidos a los tres principios anteriores, los cuales determinan la propia naturaleza, el propio carácter de la cultura. Ejemplo todo lo que las clases dirigentes han puesto a su servicio:

-Las formaciones socioeconómicas por las cuales ha tenido que pasar, padecer o disfrutar la sociedad hoy llamada colombiana y también sociedades de otras áreas continentales y universales.

-Los medios de producción, las herramientas, los implementos de trabajo, de uso personal y de uso social, etc.

-Los objetos elaborados, desde el fogón hasta la estufa eléctrica y el vestido, la computadora, los elementos de guerra y de deporte, etc.

-Las costumbres, los hábitos, las ceremonias, los rituales, las instituciones, la historia, el mito, el tabú, la moral, etc.

-Las organizaciones familiares, sociales, gre­miales, políticas, deportivas, las protestas colectivas y todas las formas de lucha, etc.

- El arte, la literatura, las artesanías, el folclor, la copla y el refrán, las adivinanzas, los chistes, etc.

-Los sistemas educativos en todos sus planos o niveles, y la educación misma, la ciencia, los conocimientos, las técnicas, la ideología, la religión, la política, la conducta colectiva, la tradición, etc.

-El lenguaje, los medios de comunicación social, sus formas orales y /o escritas, la prensa, la radio, la televisión, el graffitti, etc.

-Los emblemas y los signos convencionales, los códigos comunicativos, los símbolos, la seña articulada, y la no articulada que genera el hom­bre, etc.

En síntesis, incluimos en el contexto de la cul­tura todo cuanto el hombre individual o colecti­vamente elabora, organiza, maneja, padece, disfruta, y transforma en su propio beneficio personal o social, sus necesidades, ambiciones, deseos, aspiraciones, sueños, pasiones, entida­des estatales; la familia y la sociedad, la vida privada y la vida comunitaria, sus briegas por la libertad, por la igualdad, por la fraternidad humana, por la paz y la democracia, o por la tiranía y el despotismo; todo lo que idea o crea por su vida mejor y su devenir histórico.

Si lo anterior es aceptado, entonces la cultura viene a ser una estructura significante, un con­junto organizado y simbólico coherente de lo que es la sociedad humana y todo cuanto ella (mediante el trabajo) construye, inventa, se apropia, goza, domina, piensa y fábula, confor­ma y modifica diariamente y se encamina a la realización de sus aspiraciones, sean ellas pragmáticas o imaginarias y sentimentales, ena­jenadas por el sistema político.

II

Lo anterior ha querido expresar, un poco de ligero, que la cultura es el hombre y el hombre es la cultura en tanto que la edifica y le imprime su propia imagen, su propio ser contradictorio.

Pero, además, nos tomamos la libertad de proponer dos denominaciones, dentro del con­cepto totalizador en cuanto al contexto de la cultura, aunque no fuese sino por motivos de especificación metodológica. Así:

- Un corpus de cultura artística, y

- Un corpus de cultura no artística.

Desde luego, como dos niveles del mismo edi­ficio o como dos tintes de la misma bandera bico­lor. O Niveles y colores dependientes e inse­parables el uno del otro puesto que son los dos elementos constitutivos de este sistema activo que es la cultura en general, integrada por todos los matices sociales factibles, extremadamente com­plejos.

Aquí tenemos bien entendido que en cualquier producto, sea artístico o no artístico, han intervenido tanto la mano como el cerebro humano. Sólo que en las obras y los valores artísticos ha primado el trabajo mental o intelectual, mientras que en las obras y los valores no artísticos ha primado el trabajo manual, muscular. Pensamos, pues, que tal primacía o prioridad es la que podemos utilizar para nombrar artístico o no artístico a cada uno de los Corpus consolidados que hemos propuesto en nuestra anterior taxonomía.

A propósito, estarnos acostumbrados a considerar como cultura (o como cultural) aquellas personalidades y/o aquellos productos exclusivamente de la "inteligencia": osea, los intelectuales, los artistas y sus obras maestras. Por esta unilateral concepción, la cultura se nos reduce a los escritores y sus libros, los pintores y sus cuadros, los músicos y sus sinfonías, los escultores y sus estatuas, el ballet y sus danzarines, el cantante y sus canciones, el político y su política, etc. Desde luego que la no­vela, el cuento, el poema, son obras y valores culturales. Por supuesto que un concierto, una pieza teatral, una obra pictórica, así como el mimo, el cine, las canciones, son igualmente obras y valores culturales. Pero todos ellos juntos no alcanzan a constituir y representar a todo el sistema referencial y simbólico de la cultura ni a todos los valores culturales de la comunidad. Es cierto que cualitativamente son una parte importantísima de la cultura y de los valores universales. Mas no son toda la cultura ni todos sus valores: Pero ni siquiera cuantitativamente (y esto también cuenta) abarcan el mayor peso del contexto global de la cultura, aunque desde el punto de vista de la estética clásica evidentemente sean de extra­ordinaria importancia y significación. Digámoslo osadamente: limitarse a las personalidades intelectuales y a las obras hasta ahora mencionadas puede degenerar en una postura clasista, elitista, ideológicamente regresiva y anticientífica. Por eso no podemos desechar los aportes de la his­toria, la antropología, la sociología, la lingüís­tica, la economía política, por lo menos como fuentes indispensables de una teoría científica de la cultura.

III

A la luz del postulado que implica el concepto de "cultura plural" en el marco de "regiones culturales", según este alto foro tenemos que afirmar algo reconocido, así sólo sea en el plano de las formulaciones ya establecidas.

Es evidente que nuestra patria es un arco-iris cultural, más que una "colcha de retazos" como también se le ha calificado. El ser nuestra cultura un arco-iris, significa que estamos constituidos por varias y diversas formas y contenidos, pro­cedentes, por un lado, de nuestra raíz indígena y de conquistadores, colonizadores e inmigrantes llegados de diversas latitudes e incorporados sim­bióticamente a nuestra nacionalidad, a nuestra historia, a nuestra cultura. Por todo ello, habla­mos de formación triétnica, por lo menos con ingredientes nativos indígenas, europeos y afri­canos. Es natural que nuestra cultura actual se haya conformado, así mismo, dentro de y por aquella constitución triétnica, tricontinental cuan­do menos. Sólo que tal injerto a estas horas ya se ha amalgamado y fundido, de tal modo que nuestro denominador común al respecto sería la integración definitiva; con la adición de la última penetración de todo orden, la neo-colonización cultural por parte especialmente del imperio del Norte. Para bien o para mal, este fenómeno también está siendo incorporado lentamente al contexto de nuestra cultura, y acaso ya haya impreso algunas huellas imborrables.

Por otro lado, es palpable que nuestro territorio cultural consta de varias y diversas zonas con sus diferencias más o menos bien definidas, según la historia nacional, según los asentamientos étnicos, según el influjo de los colonizadores de turno, según la tradición precolombina, etc. Estos hechos se manifiestan ostensiblemente en variantes del habla y del tono, en la pigmentación de la piel, en los trajes típicos, en la música y los bailes, en los deportes preferidos, en la alimentación, en el carácter y la sicología, en la beligerancia política, etcétera, etc. De modo que apenas es lógico entender nuestra cultura colombiana como una amalgama, como una combinación, como un todo compuesto por diversidades y distinciones articuladas en una sola unidad de contrarios en conflicto.

Por tanto, el tratamiento de nuestra cultura, y nuestro comportamiento frente a ella, no pueden ser monolíticos ni unidireccionales, sino más bien polivalentes, específicos para cada una de las formaciones culturales regionales, sectoriales, particulares, dentro de lo más general y global de nuestra cultura total, en desarrollo dialéctico.

IV

Volviendo al principio: ¿Por qué no intentar que cada evento de los que llamamos culturales conste simultáneamente de obras artísticas y de obras no artísticas, de valores artísticos y de valores no artísticos, Por ejemplo: presentar exposiciones o conciertos o museos (y todo otro evento cultural) donde convivan en condiciones iguales el traje de la modista de barrios, obras del carpintero empírico y de la ceramista aficionada, del artesano campesino, del pintor de brocha gorda, de los cesteros analfabetos, pilones, ban­quetas de todo tipo y uso; presentarlos, decimos, al lado y en la misma posición, con el mismo valor de las clásicas obras de los artistas y los intelectuales más famosos y geniales, por su­puesto al lado de piezas y valores procolombinos.

Con esta nueva práctica cultural ¿Cómo se sentirían las gentes del común, los trabajadores manuales de la ciudad y del campo?

Y cómo reaccionarían de emocionados los verdaderos intelectuales y artistas, que en su inmensa mayoría forman parte de la nación laboriosa?

Habría que verlo. Proponemos que lo ensa­yemos todos.

V

Con este proyecto buscamos que los trabajadores de la ciudad y del campo se sientan de veras productores de la cultura, no solamente beneficiarios esporádicos de una parte de ella. Y esto, en las escasísimas ocasiones que el Estado o los intelectuales se dignan descender a "culturizar" al pueblo, a veces por un paternalismo vergonzante. Tratamos de que ojalá todo el pueblo sienta plenamente que él es sujeto de la cultura (como en verdad lo es) y no únicamente objeto de ella. Acaso así podríamos desatar las más auténticas "fuerzas viva" del país laboral. Quizás entonces lográramos dar un paso más hacia adelante en la integración de nuestra cultura, en la esencia de nuestra identidad cultu­ral, en el hallazgo de nuestro propio destino histórico, en la conquista de un mundo feliz, próximo a la utopía del hombre futuro: excento de explotación y de opresión, horro de miseria, de frustraciones, de guerras... en un ámbito de completa libertad, de paz y fraternidad plenas, rescatando la cultura que selectivamente se han apropiado el Establecimiento y los sectores dirigentes que lo sustentan y prolongan.

Para el cumplimiento de lo anterior sería indispensable que, así como todos somos pro­ductores de la cultura, igualmente todos podamos disfrutarla; que todo o el pueblo consiga tener acceso también a la cultura artística, estando capacitado para entenderla y para gozarla plenamente.

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Tomado de La revista "Gato Encerrado" No. 11 - Abril - Mayo - 1990 - pp.30
REVISTA LATINOAMERICANA DE LITERATURA Y ARTE
Dirección: Eutiquio Leal, Fernando Soto Aparicio, Jaime Chavarro Díaz

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1 comentario:

NTC dijo...

CONVERSACIÓN CON LUIS VIDALES
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“EL MACHISMO COMENZÓ CUANDO INVENTARON QUE DIOS ERA HOMBRE”

Premio Nacional de Periodismo “Simón Bolívar”, en la modalidad “Mejor Entrevista en Prensa”, 1990. ( 1 )

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POR: JOSÉ LUIS DÍAZ-GRANADOS
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Publicado en la revista "Gato Encerrado" No. 11 - Abril - Mayo, 1990.
REVISTA LATINOAMERICANA DE LITERATURA Y ARTE
Dirección: Eutiquio Leal, Fernando Soto Aparicio, Jaime Chavarro Díaz

VER: http://ntc-documentos.blogspot.com/2011_03_03_archive.html

Teatro A

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www.casadelteatro.org.co/

Teatro B

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www.casadelteatro.org.co/

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Hipólito Rivera, Jorge Eliécer Pardo, EUTIQUIO LEAL, Dario Ortíz Vidales y Carlos Orlando Pardo