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Cuento de Eutiquio Leal

(Primer premio en el concurso del festival de Arte de Cali, 1968)

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SITIO CON INTENCION DE DAR A CONOCER LA VIDA Y OBRA DEL PROFESOR EUTIQUIO LEAL


lunes, enero 09, 2012

DE CHAPARRAL A VIETNAM

Un auténtico escritor que refleja desde el punto de vista temático los conflictos del hombre contemporáneo en sus diversas facetas y desde el punto de vista narrativo la utilización de técnicas o modos de contar que marcaron, junto a otros escritores, el camino cierto de entrada a la modernidad de las letras colombianas. Tal es el caso de Eutiquio Leal, quien nació el 12 de diciembre de 1928 en la ciudad de Chaparral.

El escritor que ha sido jornalero, periodista, agente viajero, soldado raso, guerrillero y profesor universitario por más treinta años, es el único en Colombia que construyó una hermosa casa como producto de sus primeros premios en la mayor parte de concursos literarios de la época. Ha participado en numerosos eventos internacionales y está incluído en las más representativas antologías de cuento.

Objeto de estudio en historias literarias y en ensayos, sobresale como director y cofundador de revistas acionales y extranjeras dedicadas a la cultura en general y a la literatura en particular. Publicaciones suyas, fuera de la dirección ejercida por un tiempo en las revistas Letras Nacionales y Gato Encerrado, aparecen regularmente en importantes medios. Eutiquio Leal, viajero infatigable por Europa, Asia, Sur y Centroamérica, obtiene la traducción de algunos de sus textos y se convierte en miembro fundador y directivo de la Unión Nacional de Escritores, UNE, dirige talleres literarios de los cuales fue su iniciador en Colombia y continúa como catedrático universitario, decano y director de postgrados.

Hace una semana recibió la condecoración Bendeck Olivella, distinción de la Universidad Libre a sus mejores docentes y el doctorado Honoris causa en la Universidad Simón Bolívar de Barranquilla. El hijo legítimo de la violencia que conoce desde la infancia mitos, espantos y muerte en las montañas de su tierra natal, que identifica desde esos años a Julio Flórez o José Eusebio Caro leídos por su madre, está marcado por los recuerdos de su abuela Laura, recurrente en sus cuentos y novelas.

Estudia el autor sus primeras letras con Soledad Medina, maestra de Darío Echandía y Antonio Rocha y luego se le verá leer de corrido, hacer piropos en verso, fundar en tercero elemental el periódico El Tablero, fungir de monaguillo y catequista, saber de memoria el catecismo del padre Astete y hasta ser presidente de la Cruzada eucarística de Chaparral. Esta circunstancia le ofrece las condiciones de convertirse en sacerdote pero su padre, liberal radical, lo deja preparado con su ajuar y su cupo en el seminario para enviarlo, con ayuda de Darío Echandía, a estudiar en la Escuela Normal Superior en Bogotá. Su temperamento díscolo, su esencia rebelde, le hacen participar en una huelga que le vale expulsión y debe instalarse en Tunja a terminar sin interrupciones sus estudios. De vacaciones en su casa, Tiberio Vidales, fundador de la revista Calarma, publica sus primeras palabras en imprenta.

Graduado, su paisana Carmenza Rocha Castilla a la sazón Secretaria de Educación, lo nombra maestro en la próspera ciudad de El Líbano, pero su espíritu de aventura le deja escuchar a un agente viajero que lo invita a vincularse a las Escuelas Internacionales de Estudios por Correspondencia. Por Caldas, con maletín en mano, comprando a su paso en una feria del libro el manual Cuestiones de Leninismo, se brinda un primer encuentro con el caudillo bolchevique, establece contactos con las comunidades indígenas y pide un carnet en el Partido Socialista Demócrata Colombiano que le llega por correo con martillo cruzado y un machete.

Tras vender el diario popular del partido comunista vestido elegantemente con un sombrero azul oscuro y un reluciente maletín y dormir en un parque de Pereira, ahora sin empleo, termina por recomendación de un amigo, dirigiendo en Tuluá las escuelas a distancia y de empleado en el Banco de la República de Cali cuando el calendario marca el 9 de abril de 1946. A la muerte de Gaitán se vuelve agitador de la C.T.C., hace parte como voluntario de la toma de un cuartel y huye a Chaparral donde escucha por la radio que su tutor, Darío Echandía, ha sido nombrado Ministro de Gobierno.

Su camino a la guerrilla empieza cuando en el partido requieren dos hombres letrados, como lo pide Eliseo Velásquez, uno para el llano y otro para el Tolima. Atrás deja las tertulias en Cali con Enrique Buenaventura, Ramiro Andrade, Lino Gil Jaramillo y adelante queda la montaña donde funda el periódico Frente Rojo y ayuda a organizar los famosos Comandos de Autodefensa, origen de las FARC.

Combates, victorias y derrotas, ven en Eutiquio Leal al hombre que cruza por los caminos con una máquina de escribir portátil y un mimeógrafo. Formado el Estado Mayor Conjunto, el intelectual es hecho Comandante y en el escalofrío de la huída pasan de pronto al sur inexplorable para fundar un pueblo: el Davis, donde las avionetas llegan vomitando volantes y ofreciendo recompensas. El futuro escritor muere supuestamente varias veces con sus diversos nombres y es enterrado alegóricamente por su madre, quien lo llora en repetidas ocasiones. Escribir el himno guerrillero, salir acosado en columnas hacia El Pato, Guayabero, Rio Chiquito y Marquetalia, tener bajo sus órdenes a quienes serían más adelante Tirofijo y otros destacados militantes del frente comunista, es una etapa suya que deja en el recuerdo para iniciar una nueva, ésta sí permanente, de irrevocable disciplina: la literatura.

De Viotá, en 1953, pasa a la capital de la república, participa en el Congreso Nacional Guerrillero, se clandestiniza en una zapatería y llega a Barranquilla sin señas de identidad ni documentos. Gracias a sus habilidades, consigue un puesto como dependiente en la librería Nuevo Mundo donde ve lanzar La casa grande de Alvaro Cepeda Samudio gracias a la gestión de Germán Vargas y contempla de lejos a todos los integrantes de la famosa Cueva.

Luego, enganchado en un laboratorio, ejerciendo como visitador médico, asiste al consultorio de Manuel Zapata Olivella quien le estimula y le hace publicar algunos relatos en los diarios. Después, a partir de un concurso nacional organizado por el I Festival de Arte de Cali, gana el primer sonado premio con su excelente cuento Bomba de tiempo que se convierte en clásico. Polémicas literarias, honores tipográficos en páginas centrales del magazín de El Espectador y títulos que refieren muestras de literatura comprometida, darán a la postre con una modalidad en la nación.

De ahí en adelante Eutiquio Leal funda el Primer Taller Literario del país en Cartagena, instaura los viernes del Paraninfo en la Universidad, gana muchos otros concursos convirtiéndose en invencible de ellos, compra su casa en la capital del Valle, se vincula como profesor de medio tiempo en la Universidad de Santiago de Cali, se labra un nombre importante dentro de la literatura, regresa al Tolima como director de Extensión Cultural de la Universidad, cofunda el grupo Pijao, instala más talleres, dicta conferencias, participa en congresos internacionales, dirige el suplemento literario de El Cronista y viaja a Bogotá donde, la cátedra en la Universidad Pedagógica, en la Piloto, en la Central, en la Libre como Decano y en el Rosario como director de un postgrado en crítica.

Doce libros publicados hasta 1993 conforman el acervo de su laborioso tránsito por la literatura. Mitin de alborada, editado por la guerrilla del sur del Tolima en 1950, Agua de fuego, cuentos, en 1963, Después de la noche, novela ganadora de un concurso en 1964, Cambio de luna, cuentos, aparecido en 1969 editado por Populibro, Vietnam, ruta de libertad, en 1973, Bomba de tiempo, Pijao Editores 1974, Ronda de hadas, poemario para niños en 1978, Talleres literarios, dos volúmenes con teoría y métodos, 1984_1987, Música de sinfines, poemario en 1988 y La hora del alcatraz, su más acabada novela, en 1989, fuera del amplio volumen de cuentos El oído en la tierra, de próxima aparición por Pijao Editores.

El absurdo social, el clamor trágico, el coro de resonancia rebelde y de lucha, la dinámica colectiva que ausculta la vida de un pescador mutilado, su familia, logra una comunicación estética en Después de la noche y La hora del alcatraz, sus novelas que, partiendo del criterio del disciplinado y agudo Raymond Williams en su libro Novela y poder en Colombia: 1844_1987, es la encarnación de la novela contemporánea moderna que arranca con la publicación de libros claves como La hojarasca, 1955, de García Márquez, La casa grande de Cepeda Samudio, Respirando el verano (ambas de 1962) de Héctor Rojas Herazo y Después de la noche, de Eutiquio Leal en 1964.

Buscar una nueva manera de contar una historia, incluir una técnica diferente a la utilizada hasta entonces, acercarse a la maestría de Ernest Hemingway en El viejo y el mar, con una vitalidad y vivacidad de gran clase, según lo califica Uriel Ospina, fuera de un agudo cortometraje sobre la miseria de los pescadores en alguna costa del país colombiano, algo así como doce horas en la vida de seres indigentes, enfocada con la objetividad de un camarógrafo pero también con la dominada sensibilidad de un artista, forman parte de las cualidades precursoras y de aporte a la narrativa de un país.

En su cuentística apunta igualmente la renovación, tales los casos de Mitin de alborada o Agua de fuego, pero en esencia las realizadas en Cambio de luna, Bomba de tiempo y El oído en la tierra. Su experimentación con el lenguaje y con diversas técnicas narrativas contemporáneas donde el monólogo, la combinación de los tiempos, la aprehensión del libre movimiento de la conciencia de sus personajes, el punto de vista del narrador, la multiplicidad de voces al estilo griego, dan la medida de una preocupación formal al entender, con claridad, cómo la literatura es la vida vuelta lenguaje.

Narrar historias violentas como en Es mejor que te vayas, tiernas como las de El rosal amarillo, con fondo de muerte y sexo en No mirarse a los ojos, marcan un camino novedoso frente a una narrativa pacata y tradicional, poco dada a los riesgos y sumida en la retórica simple y el supuesto escribir bien. Ya con Bomba de tiempo y sus otros relatos, converge en la vertiente de la autenticidad, claridad social y política que va a un realismo más inteligente que el anterior a los años 30, como puntualiza Isaías Peñas Gutiérrez.

Así mismo se verifica una especialización del trabajo literario, conocimiento y uso de técnicas, abocamiento a la tradición oral con mayor destreza que antes para alejarse del costumbrismo y el formalismo académico precedentes. Consolidar el conocimiento profesional y tener conciencia de tal, es ya un panorama que va a caracterizar a la generación de escritores posterior a García Márquez donde se ubica a Eutiquio Leal, cronológicamente atrás pero secularmente joven, al decir acertado de Peña.

Inaugurar esta nueva era, atenerse menos al documento y más al signo, a los símbolos y a las imágenes, atreverse a lo experimental, reflejar la violencia política, la mentalidad, la sicología y el clima respirado por los colombianos, romper con lo tradicional y hacer de su vida y de su obra un testimonio vital, rebelde y valeroso, especializar su trabajo como obra de arte comprometida en la lucha popular, convierten a Eutiquio Leal en uno de los protagonistas del Tolima en el siglo XX.

Este hombre alto, de pelo largo, caminar rápido y vigoroso, con una capacidad de trabajo impresionante, con una actitud juvenil y una real autenticidad en todo lo que hace y escribe, lleva el nombre de Eutiquio en memoria de un héroe del Partido Comunista Colombiano, Eutiquio Timoté, y el apellido Leal por tratarse del más importante atributo del hombre, como él lo declara. Su nombre de ayer quedó enterrado en una legendaria montaña de Calarma, del Valle de las Hermosas en el Chaparral de sus querencias y hoy ostenta el de un intelectual alrededor del cual se han escrito varios libros y que aún cabalga rebelde e indomable sobre el lomo de la literatura.

Publicación - eltiempo.com - Sección: Información general - Fecha de publicación: 29 de mayo de 1996
Autor (NULLVALUE)
http://www.eltiempo.com/archivo/documento/MAM-307357

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A LA MUSICA SINFIN DE LAS TRINITARIAS

Homenaje a mi querido Maestro Eutiquio Leal - Por Héctor Cediel
http://elatelierdelartista.bligoo.com.co/homenaje-a-mi-querido-maestro-eutiquio-leal-a-la-musica-sinfin-de-las-trinitarias


El carbunclo de la ocarina emocionada
Menguante rosa pordiosera
Fatiga de olvidos y de muerte

Hidalgo andante, abortador de sueños
Viento alígero de olvidos y corazonadas
Hombre puro de boca lironda
Careta de querer alhelí y de metal

Delirante llama cristalina de sones
Misterioso cáliz de vientos ciegos
Socavón de feroces combates
Cementerios de farisaicas lunáticas

Cegadas devoradas por el canto utópico
Angustias ásperas ¡deshojadoras de volcanes!
Esferas inmersas en plenilunios parricidas
Menguantes vergonzantes y placidos visionarios

Rumoranzas de cascabeles sudorosos
Incandescente tiempo sibilino y jornalero
Profaneras congojas promisorias de desvelos
Vientos habidos de arpegios y sentidos polvos

Cinceladas ocarinas de la diapasonada dubitación
Espejo obstinado del exorcismo golosinero
El rio dormita licuado por el transito carnoso
Apaga las luces de las pavesas alboreadas

El tormento placentero de las expresiones amorosas
Interpreta al lenguaje nocturno de la sensibilidad
La poesía de los sentimientos y la semántica de los versos
La poética expresa y la plástica de la prosa creadora

Escribir es soltar el lastre y desfrustrarse
Es interpretar a alas tempestades cósmicas del alma
Es desplomarse con palabras revolucionarias y escribanas

Intentemos trasformar la realidad con nuevos hallazgos
Salir huero el hombre de sus desengaños
¿Existirán orales arco-iris, capaces de salvarnos?
Falta una poesía suprasensible para liberarnos

Sísifo almendra cardo de auroras
Caracola de heridas caprichosas
Geografía simiente de telúricos diamantes
Lógica terapéutica del canto amapolero
Impulsos leoninos de intransferibles destinos

Apaguemos las vocales que niegan la dulzura
Soñemos con el deshielo de la embravecida venganza
La oquedad coqueta de la caracola azul me seduce
Con la patraña migratoria del furor diapasonado

Confieso que he vivido arpegios mágicos y rojos
Cantarinos cual férvidas espumas despeñadas
Pronostico estrellas de las crisálidas incandescentes
Umbríos cascabeles del viento e infieles como el ímpetu

La cabeza del turpial ciclope nos sestea
Como el extraño canto torna nuevo del plenilunio
Rumoranzas que esplenden una ronda de galaxias
Mientras el horizonte desholleja la geología de tu sexo

Se empoza el fuego amatorio
Se desploma tu utópica voluntad
Se revierten farisaicamente los exorcismos

Rosa
Viento
Sospechoso
Cáliz
Locura
Ciega
Relámpago
Siemprevivo
Misterioso
Funerero

Silencio
Amor digitalizado
Aleteante batallar angustioso
Glorioso asaz galopero cósmico
Hipocampo raizal sabanas increpadas ¡despiertas!
Almacigas hazañas increpadas ¡loco éxodo y naufragios!

El enclave herético de las partituras
Muere como la sinrazón del Tántalo
Sorbo el sabor acido de las rocas
La rememora hiel de los carbones encendidos

El fulgor de la nostálgica hoguera
Me permite descifrar enigmáticos crono signos
Tres lustros se requirieron para comprender las cantigas
Como la musicalidad vocal al pronunciar Eutiquio

Amanece diferido el horizonte por el prisma
Sediento sentimiento biológico del fantasmal pecho
Soy un eroscida perseguido por deshojadas margaritas
Banderolas negras pregonan aligeradas corazonadas

El fasto deleite de las canciones arrogantes
Policromos coágulos que engulle tu cáliz
El devenir plomizo de los ateridos devorantes
La picardía oculta y carbonera de tu sonrisa

Pregono un audaz solario con versos enmohecidos
Lunática estela resurgente de pucheros y lagrimas
Cosecho duerme sueños amorosos y veleidosos
Dubitativos encantamientos de huérfanos sentires

Me extravío entre la bruma sobre óptica de la memoria
Me encanto con la belleza de tus pezones y de tu pubis
Penetro con abroquelada obstinación tus tabúes y miedos
Desalo con besos al malogrado destino de tus semillas

Nada le prohíbo a tu inmaculada vergüenza
El desnudo es aleatorio a la libertad recuperada
Redivivo un sinfín delirante de naufragios amorosos
Garabateo la salmuera de tus deshojadas ausencias

Coloreo tus recuerdos fugaces y transitorios
Es la erótica que apostilla tu vientre y tu mundo
El agridulce sempiterno de la gateadora estalagmita
Me permite disfrutar la jugosidad de devoradores besos

La indómita lujuria que perfora a la carne
Absorbe enfebrecida cantaros de estrellas
Goza de la muerte impúdica por el voluptuoso estilete
Del bálsamo teñidos de la corola ¡al redimirla!

Me conmueve la orografía del embriagador placer
Ensueño con el aroma bruñidor de las nostalgias
Son omnímodos los vientos de las incógnitas espinas
Es intrincado el mutismo geológico de tus carcajadas

El coloreo amoroso de las tardías epifanías
Ola pífano sintonía de la acústica de los arpegios
El fuego de los menguantes pezones que he degustado
Las pérfidas golosinas de la placidez mundana

Enséñame el lado edénico y femenino de tu cuerpo
Enreda mi piel con los apegos de la hermosa desventura
Reviérteles las ilusiones a mis pupilas voyeristas
Deseo escribir apetitosas canciones telúricas

Bésame despacio como el susurro de los ósculos
Como la pasión de las cenizas de las noches
Bésame sin asco ni malicia ¡bésame como un mar de ilusiones!

Orquéstame con la sabiduría de tus caderas
Con la tristeza triunfante de los después
Intúyeme deseos para conjugar con tu corola
Entreabre la luz sensual de tus amorosos escombros
Corazona el sentir caminante del Sísifo enamorado
Preludio de las nocturninas confesiones eroseductoras

Héctor "Animal de Vuelo" Cediel
2010-04-08
hcediel2@hotmail.com

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Teatro A

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Teatro B

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Foto

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Hipólito Rivera, Jorge Eliécer Pardo, EUTIQUIO LEAL, Dario Ortíz Vidales y Carlos Orlando Pardo