La basura se deja para la novela
Entrevista Por: Mariela Zuluaga García,
publicada en la revista "Gato encerrado" No. 3 - julio agosto de 1980
(Dirección: Eutiquio Leal - Fernando Soto Aparicio - Jorge Eliecer Pardo)
Agresivo y pendenciero como un gallo fino, Jaime Mejía Duque ha dado bastante qué hablar desde que está metido en el oficio de crítico literario (y tal vez desde antes). Algunos se refieren a él despectivamente considerándolo engreído, unos pocos le temen y un buen número lo respeta y quiere. Pero todos juntos no saben de Jaime lo suficiente como para hilvanar su historia. Una historia que "refleja las peripecias de la descomposición del viejo régimen patriarcal", según sus propias palabras.
Olímpico y pedante
Jaime Mejía Duque - Nació en Aguadas -Caldas- (y no en Medellín como se cree). Por línea paterna desciende del poeta Epifanio Mejía y desde que tuvo uso de razón sé enfrentó a un padre alcohólico y andariego. Ese conflicto padre-hijo, mitificado en el legendario complejo edípico, también lo ha acompañado en el transcurrir literario. Hay quienes creen encontrar allí el origen de una cierta posición agresiva frente a la tradición literaria colombiana que le ha valido -además- la imagen de "olímpico y pedante". Es en torno al significado de estos dos adjetivos que iniciamos un largo e interesante diálogo. "Son ciertamente imágenes -dice-. Pero dejemos al tiempo y a otros lectores, la tarea de despejar esos paisajes neblinosos. Yo solo sé, como escritor en proceso y como hombre consciente de vivir y pensar en mi época, que digo lo que honestamente considero digno de ser dicho y en la forma que creo en cada momento adecuado a mi perspectiva. ¿Pedante?. Bueno, si ser afirmativo es eso, nada puedo mejorar en esa dirección. ¿Olímpico?. Si se califica de olimpismo cierto sentido del decoro, de la autonomía y del propio derecho a no corear lemas que a uno le parecen sospechosos, tocará seguir pareciendo olímpico. Pero la verdad es que quienes me han tratado directamente y con frecuencia, opinan lo contrario. Y si por ahí se va creando algún "personaje" que quisiera imponérseme, declaro sin ambages desde ahora que voy a luchar para evitar que ese fantasma se me pegue al cuerpo. En este mismo sentido dijo -y escribió- Borges un día: "yo no soy Borges, Borges es el otro".
La epopeya de la vida burguesa
Jaime Mejía Duque tiene cabeza de águila pero su mirada no es igual a la del imponente rapaz, porque sólo ve bien por un ojo, (al otro se le desprendió la retina hace cinco años). Pero éste no es obstáculo para que pueda leer doce horas seguidas, ni para que lo haga a la luz de la luna. Y esa lectura tenaz y persistente -como todo lo suyo- le permite ahora comentar (sin un parpadeo) el planteamiento de que la literatura colombiana no ha encontrado aún las dimensiones, la profundidad y los procedimientos de la gran epopeya: (1) "Sencillamente, la "gran epopeya" es imposible ahora en una sociedad industrial, capitalista y demás. Recordemos a Marx en su célebre prólogo a la Crítica de la Economía Política, cuando habla de los griegos y de nosotros, los modernos. Ese retomo es una utopía. Lo que pasa es que hablamos en términos generales de la novelística como un género "épico". Sin embargo, como dijera el joven Lukács, la Novela es ya la epopeya "de un mundo sin dioses". O sea, la epopeya de la vida burguesa. Situados con más propiedad en el terreno, ahora sí podemos afirmar: esta épica burguesa, que es la narrativa cuyos cuadros referenciales nos vienen de Europa - ¡qué le vamos a hacer...!-, promete innovaciones interesantes en América Latina. Aquí, fijémonos bien, la novela en sentido estricto nace cuando carecemos de auténticas burguesías nacionales, como un reflejo literario de los narradores románticos europeos. Y comienza a afirmarse, del naturalismo para acá, cuando nuestras recién nacidas burguesías son epígonos decadentes de la burguesía tradicional que comanda ese capitalismo colonizador e imperial que nos convierte de entrada en sus satélites y sus meros proveedores de materias primas".
¿Hegeliano yo?, Qué honroso!
Jaime ha mencionado a Marx (antes había dicho "si el marxismo no sirve para mejorar al mundo se bota a la basura") y yo he recordado la afirmación que me hiciera algún amigo: "Jaime Mejía no es Marxista, se quedó en Hegel". ¿Es eso cierto?. Y pensando tal vez que la culpa no la tiene el amigo sino yo por preguntarlo, se me enfrenta burlonamente: "Caramba, qué broma tan honrosa! Lo que pasa es que, cuando no se ha leído a Marx sin anteojeras, se ignora que Hegel vive en Marx, "invertido" y todo, etc. etc. etc., y en toda nuestra época, como ha de vivir un pensador que prácticamente inauguró una era de pensamiento y de acción que aún está muy lejos de concluir. Me enorgullezco de haber leído la "Fenomenología del Espíritu" pensando en formas novelescas inéditas aún. Eso es todo. O casi todo". Bueno, no es para tanto!, digo yo, y trato de retomar el hilo con mis "capciosas" preguntas (así fueron consideradas por Jaime). Pero... aún continuamos entonces con una literatura que no ha podido superar su dependencia cultural? Un tanto apaciguado pero con vehemencia, responde: "No exageremos! Hemos entrado, a todo nivel, en la crisis y en la crítica del neocolonialismo. La gran ruptura la marcó el triunfo cubano. Y esto cambia, por fin, los términos de la relación dominadores-dominados. Ascendemos sin cesar. Ahora sí, ascendemos. Y nos universalizamos, al asumir nuestro destino, o al menos al vislumbrar y defender desde ahora nuestra perspectiva de autonomía nacional y de integración a una universalidad real, solidaria, en plena revuelta. Claro está que no nos encontramos solos. De hoy en adelante, nunca estaremos solos. Así que en estos momentos, no sólo en Colombia, sino también en todo el continente y en otros lugares del antiguo mundo colonizado, van surgiendo una literatura y un arte más propios, más genuinos. No importa que sean todavía poco abundantes en "obras maestras". Lo que cuenta es lo fundamental, o sea el hecho de que nuestros escritores, artistas e intelectuales vislumbren ya estructuras originales en su propio medio y vayan creando la expresión verdadera, reconocible, que corresponde a esas estructuras emergentes de sentido".
Hay que sentir necesidad de ser escritor para serlo
Cuando Jaime se salió -a los 14 años- de la casa paterna, ya le había hecho a su madre la promesa de ser escritor. Ahora sobrepasando los cuarenta, siente que no ha cumplido su palabra, pero sabe con certeza cuáles son las condiciones que requiere un poeta y/o narrador para serlo:
"Ante todo, que lo que escriba tenga un sentido coherente en sí mismo y un nivel de generalidad artístico-literaria (-rigor y necesidad del verso o la prosa, amplia comunicabilidad de la forma, etc.-) suficiente como para que cada lector, colombiano, hispano, y de cualquier otro país o lengua, pueda decirse ante esos textos: esto me compete a mí, esto me habla del mundo, esto me solidariza con el resto. Y ya sabemos que lo que llamamos estilo, por ser una estructura funcionando como sentido autosuficiente, nace de una concepción que ubica al escritor o poeta de una manera creativa y abierta en él universo lingüístico. Sin esa honda necesidad interna es posible, y se ve todos los días por lo que se publica, producir artefactos de palabras, una tras otra: eso no es aún, no lo será jamás, lo que llamamos "obra".
Somos occidentales, y qué?
Pero si Jaime Mejía Duque no ha llegado a cumplir su primera intención frente a la literatura, sí ha logrado calidad de crítico. En este sentido se dicen varias cosas: Que no llega a crítico sino que se queda en comentarios eruditos en torno a las pocas obras de que se ocupa, y -aceptando que hace crítica- que es extranjerizante. Levantando su cresta endiablada resume así su posición: "Ambas opiniones simplifican demasiado. Yo, simplemente, me remito a un lector más atento y, en todo caso, de buena fe, en el sentido común de esta expresión. Que no trampee consigo mismo y con mis textos. Y en cuanto a los "parámetros" impuestos por la civilización europea, es una muletilla de apoyo para algunos latinoamericanistas a ultranza. Somos occidentales desde el principio de nuestro período colonial. Antes hubo otra cosa, y lo sabemos bien. Pero nuestro idioma,nuestras costumbres actuales, nuestras religiones, nuestros esquemas de pensamiento y aun de sensibilidad y perceptivos -en el sentido serio del término-: todo eso es occidental, es decir, mediterráneo o europeo. Nada de eso es chibcha, ni inca, ni maya, ni japonés, ni coreano... Ahora empezamos a darle a todo eso cierta entonación muy latinoamericana, pero esto es distinto. La novela misma, viene de la concepción del género narrativo burgués-europeo. Aportamos lo nuestro: contenidos propios y, finalmente, unos estilos individuales. Pero aquí no se inventó la nóvela. Ni la antropología, ni el marxismo, ni la sociología, y pare de contar. Esos son los marcos y las metodologías de un pensamiento universal. Si tenerlos en cuenta, para pensar a partir de ellos con cabeza propia, es ser "europeo" y "extranjerizante", que me pongan en la lista. Pero exijo que pongan ahí también a Bolívar, y a Fidel, y los mejores escritores y pensadores, revolucionarios o no, que hayamos producido en toda América".
Poca literatura produce poca crítica
Pero extranjerizante o no, Mejía Duque es sin duda uno de los pocos "gallos" de la crítica colombiana y es a él a quien corresponde explicar a qué se debe tan poca competencia: "Básicamente, -responde- a la escasez de una literatura pareja, de nivel óptimo. Es decir, la literatura, también en su expresión crítica -creadora- (-pues se crean "valores" en el ámbito global de una cultura-), está naciendo entre nosotros. No hay que escandalizarse por ello: es la dependencia neocolonial a todos los niveles y en todos los campos, que nos ha impedido largamente ser nosotros mismos. Esto, a escala histórica. Pero cada quien es activo a su manera. Tiene que forjarse contra la pasividad o la inercia del pasado. Tiene que trabajarse, o renunciar a la farsa del escritor que no escribe".
Y profundizando un poco más para tratar de entender la razón última del "ser crítico" nuestro personaje responde cómo asume el crítico una función desalienante o descolonizadora: "No hay sino una manera, la más grande -dice como encontrándose a sí mismo- considerándose parte activa, deliberante, de una totalidad en movimiento a la que podemos llamar liberación material y cultural de nuestros pueblos. Y responsabilizándose de su tarea como pensador y creador de imágenes que ayuden a vivir sobre el supuesto de una nueva y más humana visión de la vida. Para obrar así, escribiendo -que es la forma de acción de quien escribe-, no hay que ser predicador. El llamado crítico literario, es un hombre que, para América Latina, ya no cabe en la categoría heredada del "crítico". Pues nuestra visión de la escritura, para una historia que es otra, implica concepciones distintas de la antigua función docente, judicial y burocrática del pensamiento literario. Aquí entro también en un terreno en donde tendríamos que internarnos para largo".
Bueno, y es que Jaime me advierte que -debido al número de preguntas que le formulo- sólo dirá lo que piensa de cada tema y "en ningún caso todo lo que pienso". (El subrayado es del crítico).
Estudié derecho para no alquilarme a los periódicos
Para cualquier persona la pérdida de su brazo izquierdo y parte de su mano derecha hubiera sido el final. Para Jaime Mejía Duque, no. Ese día fatal, (no había cumplido los quince años) cuando falló el explosivo que preparaba para vender (se sostenía vendiendo pólvora en las navidades) e hizo conciencia de que viviría sin un brazo, decidió que ahí comenzaba su historia. Y durante algún tiempo luchó contra su brazo ausente y se defendió como pudo hasta con armas cortopunzantes- de un mundo hostil que no acepta a mutilados y pobres. Así, estudió derecho "para no alquilarme a los periódicos y para salir, físicamente, de la miseria a la que mi rebeldía infantil me lanzó desde el comienzo en ciudades desconocidas".
La mutilación física le ha traído también complicaciones judiciales. A raíz del ajusticiamiento de José Raquel Mercado por parte del M-19, fue confundido con el "Manco del clavel rojo". Y este equívoco fue posible por cuanto Mejía Duque antes de usar la prótesis que le reemplaza su brazo izquierdo, lucía una flor en la solapa. "No era clavel -recuerda- se trataba de una rosa que llaman Cecilia y la usaba -tal vez- como una cohartada sicológica".
Nuestra literatura nace decadente
Y anunciándole que será la última pregunta -por ahora- regreso a la literatura para decirle: En algún sitio (2) usted comenta "...a la postre no es sino el decadentismo precoz de una literatura que apenas busca sus puntos de referencia..." ¿Cómo puede ser decadente una literatura que apenas comienza? ¿Cómo se justifica la antología de Pachón Padilla?. -Vayamos por partes. Ante todo, sólo viendo desde un punto de vista lógico -formal es decir, no dialéctico) mis palabras sobre el decadentismo precoz, se puede encontrar extraño lo que allí digo. El término "precoz" indica, justamente, que se trata de un fenómeno "anticipado", pues nuestra literatura comienza. Por cierto, este comienzo es largo como tal, o sea: la etapa del despegue ha sido lenta. Pues bien: en la narrativa se vienen produciendo, con aciertos parciales y aún memorables, desde luego, libros que se ubican, por su estética subyacente, en las etapas degradadas del naturalismo, por ejemplo. Es decir, en la decadencia de la escritura naturalista. Pasando pues al otro punto, me explico: en Colombia se ha venido, muy arduamente, elaborando una escritura literaria, en prosa y verso. Claro es que, en poesía propiamente dicha, nos ha ido mucho mejor. Pero en prosa... Intuiciones espléndidas desperdiciadas a montones. Prestigios transitorios, a rodo. ¿Y qué? Pero el Cuento ya está rindiendo un poco más. Así que la Antología de Pachón Padilla se justifica enteramente, aunque no todo lo que él recoge sea digno de antología. Pero, en conjunto, el esfuerzo es fecundo y tiene razón de ser. Es que, repito, el cuento, que no requiere un esfuerzo ni un rigor artístico muy prolongado, sino un golpe de vista rápido sobre las posibilidades de una anécdota o un pequeño corte en la realidad tematizada, se logra todavía mejor entre nosotros. La basura se deja para la novela, en esa concepción espontaneísta, facilista y ultra-subjetiva del género, de que se hace gala en el provincianismo colombiano. Esta egolatría facilista es lo que hay que golpear, aunque se nos malentienda (-durante algún tiempo, al menos-).
El dialogo apenas comienza. Pero como el espacio es corto tuve que dejar muchos temas sin tocar. Por ejemplo no hubo tiempo para preguntarle sobre sus amores y sobre otras tantas cosas que todos queremos saber de él. Supe, sin embargo, que es un hombre permanentemente entusiasmado, tanto que un amigo suyo le dice con frecuencia: "Hombre Jaime, usted vive ebrio, venga tómese un aguardiente doble para que se calme!".
1) Jorge Child, "LAS CHIRIMÍAS DE AMERICA". Gato Encerrado. Mayo-Junio, 1980.
2) Magazin Dominical, Mayo 4, 1980.
----
Publicada en "Gato encerrado" No. 3 - julio agosto de 1980
Editado por Serafín Guerrero 24 de febrero de 2013